Néstor Fernández Berrueta
30 de agosto de 1975
Emprendedor
Consultor de ventas
Copywriter

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Imagen en escala de grises de un mar con olas en movimiento bajo un cielo oscuro.
Retrato en blanco y negro de un hombre con cabello corto, vestido con saco y camisa blanca, en un entorno de oficina.

No soy motivador, ni coach, ni fan de las frases de gurú.
Soy consultor de ventas y copywriter.
Ayudo a que la gente entienda lo que vendes, y quiera pagarte por ello.

Si te soy sincero, yo no tenía ni idea de negocios.
Ni de ventas. Ni de nada.

En mi casa, la conversación era: estudia, saca buenas notas, consigue un trabajo “seguro” y no te metas en líos. El guion de vida de cualquier familia de clase media.
Y yo me lo creí, claro.

Hasta que la vida real me dio el primer golpe.

A los 16, mientras mis amigos se preocupaban por el acné y las fiestas de fin de semana, yo trabajaba en un supermercado. Moviendo cajas, reponiendo estanterías. Trabajo duro. De ese que te enseña que el mundo no te debe nada.
Que si quieres algo, te lo tienes que ganar.

De ahí, no sé ni cómo, acabé en una oficina. En el departamento de compras.

Imagínate la escena. Un joven de 20 y pocos años, sentado en una sala de reuniones con tipos de traje de Coca-Cola, de Procter & Gamble y otras grandes empresas.
Tipos que podrían ser mi padre. Tipos que controlaban el juego. Y yo ahí, intentando no parecer un joven asustado. Intentando negociar.
Fue mi primera escuela de ventas, pero desde el otro lado del mostrador. Aprendí a detectar la mentira, la necesidad, el farol. Viendo a los mejores (y a los peores) vender.

Luego me pasé al otro bando. A vender.

Primero en una multinacional. De esas donde la presión te la comes para desayunar. Donde si no cumples, estás en la calle. Ahí entendí que vender no es un arte. Es un método. Es disciplina. Es meterte en la cabeza del que tienes enfrente.

Después, la prueba de fuego. Una empresa familiar. Pequeña. Sin dinero para marketing. Sin marca. Sin nada. Solo nosotros contra el mundo.
Y en tres años, la convertimos en la segunda que más vendida del país.
¿Cómo? Vendiendo mejor que los grandes. Con más hambre. Con más agallas.

Llegué a España en 2010. Y otra vez a empezar de cero. Sector financiero.
Cientos de llamadas al día. Un "no" tras otro. Un horno que te curte o te quema.
A mí me curtió. Tanto, que acabé dirigiendo equipos. Enseñando a otros a hacer lo que yo había aprendido a base de golpes.

Ahí me di cuenta de algo. El trabajo duro no es suficiente. Necesitas formarte.
Pero no con el típico curso online que te vende humo. Sino con gente que está en la trinchera. Gente que ha ganado y, sobre todo, que ha perdido.

Y yo perdí. Vaya si perdí.

En 2018 monté mi propia empresa. Mi sueño. Y tres años después, se fue al traste. Quebró. Lo perdí todo.

No hay MBA que te enseñe eso. No hay libro que te prepare para ese golpe.
Ver cómo tu dinero, tu tiempo, tu ilusión, se queman delante de tus ojos. Esa es la universidad de la vida. La que te enseña de verdad.

De ese incendio nació Operal Solutions.

Esto no es una empresa que monté porque leí un libro de autoayuda. Es el resultado de 30 años de caerme y levantarme. De negociar con tiburones.
De quebrar y empezar de nuevo.

Mi trabajo no es darte palmaditas en la espalda y decirte que tú puedes. Mi trabajo es darte el mapa que a mí me costó 20 años y una quiebra dibujar.

Para que tú te ahorres los golpes. O al menos, los más duros.